Imagen: Oleo "Mangostinos" Autor #hagrmuseo 2025
El principio constitucional del Estado Laico constituye uno de los pilares más importantes de la organización política moderna, pues garantiza la neutralidad del Estado frente a las creencias religiosas. Este principio no implica hostilidad hacia la fe, sino la separación entre los asuntos espirituales y los asuntos públicos, asegurando que las decisiones del gobierno se fundamenten en la razón jurídica, la igualdad y la libertad de conciencia.
En sociedades diversas, donde conviven múltiples credos y visiones del mundo, el laicismo actúa como un marco de equilibrio y respeto. Permite que las normas de convivencia no se basen en dogmas religiosos, sino en códigos legales universales —constituciones, códigos penales y civiles— que regulan las conductas observables y los hechos específicos, no las creencias ni las intenciones íntimas. Así, el derecho juzga actos contrarios a la ley, no la moral personal ni el fuero interno de las personas.
Esta distinción entre el ámbito público y el privado evita conflictos religiosos y protege la libertad individual. Cuando las leyes se aplican sin medir la “bondad” o “maldad” moral de las personas, sino sus acciones concretas frente al orden jurídico, se fortalece la imparcialidad del Estado y se evita la persecución por motivos de fe. De ese modo, el Estado Laico fomenta una convivencia basada en la tolerancia, la pluralidad y la justicia objetiva, donde cada individuo puede creer, no creer o practicar su espiritualidad sin temor ni privilegio.
En síntesis, conocer y respetar el principio constitucional del Estado Laico es esencial para construir una sociedad democrática y pacífica. Es el punto de equilibrio entre la libertad de conciencia y el imperio de la ley, donde las normas de conducta se aplican con base en los hechos, no en la subjetividad o el juicio moral de las personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario